jueves, 5 de abril de 2012

Así nos va


He pensado que no estaría mal dar una vuelta sociológica por las chorradas que me llegan a través del Facebook y otros sitios similares en los que llevo apenas un par de meses fisgoneando. En este momento, sudado y cansado después de media horita de carrera, me parece una idea simpática. Veamos qué da de sí.
Lo primero que leo al encender el ordenador es que la actriz Hiba Abouk, a quien no conozco y que al parecer es la novia de un tal Hugo Silva, ha dejado el coño a la vista al sentarse para disfrutar de la moda en la pasarela Cibeles. Esto se ha comentado en Facebook, es decir, se le ha dado importancia al leerlo en no sé qué web. Así nos va.
En otros casos, algunos de mis contactos solo saben comentar obviedades sobre la amistad, la familia, el amor... Tópicos que no transcribiré para que nadie se moleste pues, a mayor gilipollez, mayor susceptibilidad y no me apetece buscarme enemigos. Y a todo esto cabe añadir que, según un estudio sobre las redes sociales, los de mayor actividad en estos sitios tendrían que hacérselo mirar, puesto que la intensidad en la práctica internáutica es directamente proporcional a la estupidez. Otros, más avispados, sí que sacan buen provecho de su actividad cibernáutica. Bravo por ellos.
Por todo esto, estoy convencido de que tendríamos que pagar un chavo por cada opinión o mención que dejamos en la red. Sería una especie de filtro para dejar pasar únicamente aquello que valiera la pena. Tal vez no serviría de nada, pero se arruinarían los necios y no podrían continuar pagándose los comentarios u opiniones.
No soy nadie para juzgar qué es lo que vale la pena, pero perder el tiempo promocionando el coño de H. A. me parece tal estupidez que he llegado a pensar que el acceso a esa clase de chorradas sí que tendría que tener un precio. Y es que me resulta de lo más irónico tener que pagar por otras cosas y poder acceder gratis al coño de Abouk. Así nos va.
P.D. Pagaré un chavo por este artículo.

martes, 3 de abril de 2012

Aín


Amenaza lluvia. Precioso. Desde aquí no se ven indicios de humanidad; solo piedras libres, pendientes imbatibles que escupen alcornoques, encinas, pinos equilibristas... matojos anónimos, pétalos y mariposas de colores nuevos u olvidados. Silencio también, porque el murmullo del arroyo no lo rompe, no es ruido, ni lo es el croar lejano.
Me gustaría saber el nombre de la flor. Las hay de formas iguales, pero en competición de colores.
El bosque es precioso en días nublados y deshabitados. Tengo la sensación de esa soledad grata, de ese silencio elegido. Hacía tiempo que no me oía. No recordaba la transparencia del agua, ni la honestidad del árbol, ni la gracia del lepidóptero, de ese amarillo que revolotea sin rumbo aparente. De hecho, cualquier rumbo es falso, puesto que nada existe todavía después.

He estado en el bosque de Aín. Precioso. Eso sí, me sobraban los alumnos, porque hoy lo era yo.