jueves, 24 de mayo de 2018

PLANS DESVARIATS

Supose que seria un divendres (Brussel·les 38 assajàvem cada divendres). Ella em va dir que no fera plans per a més ellà de sis dies i aquelles paraules se’m van instal·lar al cap fins que foren una cançó. Hui dia crec que és, fins i tot, cruel. Ací la teniu.


En la fosca busque un endeví
que puga predir el meu futur
i un estel al lluny em fa l’ullet,
no hi ha dubte que ell sí està segur.

Qui és el boig que fa les previsions
si mai no sabràs si el teu destí
està escrit en un vent moribund
que es desfà en filaments
o si el teu destí és l’infinit.

No, no puc fer plans desvariats.
No, no vull saber si demà
podré contar que una nit
els versos van ser disbarats
i que la vida va passar
com si fóra un huracà.

Els fantasmes ronden el meu llit
i una veu metàl·lica que riu
silencia el pensament pervers
i adverteix que és pols allò que escrius.

No serveixen mai els malabars
perquè el temps avança despietat
i el caprici d’este ens és tan incert,
que s’esvara entre els dits,
és un boig que manca de pietat.

No, no puc fer plans desvariats.
No, no vull saber si demà
podré contar que una nit
els versos van ser disbarats
i que la vida va passar
com si fóra un huracà.

sábado, 12 de mayo de 2018

EPÍSTOLA


Aquel viernes me entregó una carta decorada con dibujos policromados a lápiz. Estuve todo el fin de semana pensando en la posibilidad de contestarle. Finalmente, escribí la respuesta e imprimí el documento. El lunes, a primera hora, volví a leer mis palabras y, sin saber a ciencia cierta si era adecuado, le entregué mi carta en un sobre cerrado con algunas indicaciones. Debía leerlo en casa y fijarse bien en la posdata.
Hoy me apetece recordar aquello y compartirlo con vosotros. Amputaré el nombre y la fecha.


Burriana, 11 de noviembre de 20...


Querida C...:

Me dices unas cosas tan bonitas en tu carta que llevo toda la tarde emocionado. ¿De verdad crees que soy el mejor profesor del mundo? ¡Ya me gustaría! Pero te prometo que avanzaré por el camino que me lleve a conseguirlo y me da que ya hay un pequeño trecho recorrido. ¿Cómo, si no, dirías que tienes ganas de ir al cole gracias a mí? Sin embargo, hemos de conseguir que no sea yo el único motivo por el que te alegres de ir al colegio.

Dices también que, gracias a mí, te espera un gran día. Te juro que es el piropo más bonito que me han dicho nunca. Aún así, reconozco que a veces tengo días malos. Cuando eso ocurra, lee esta carta.

Deduzco, por lo que alguna vez hemos hablado y por algún trozo de tu carta, que crees que hay una pizca de tristeza en ti, en tu relación en el cole. Yo nunca he pensado que vengas triste al colegio, como dices. Tu alegría me hace pensar lo contrario. Tal vez no se trate de tristeza, sino de incertidumbre. De todas formas, no puedo engañarte con metirijillas piadosas. Aparte de lo que yo pueda hacer, te tengo que decir que tu felicidad no puede depender de los demás. Tú eres la protagonista y la responsable de tu vida. No puedes cambiar a los demás y, por ello, tendrás que aprender a convivir en un mundo injusto. No podemos exigir a los demás que sean como a nosotros nos gustaría. La solución a tus posibles problemas, las respuestas a tus preguntas, están en ti. Seguro que adquieres las habilidades necesarias para navegar en este océano encrespado que es la vida.

Añades en tu carta que no tienes mala intención cuando hablas o cuando haces demasiadas preguntas. ¡Por supuesto que no! Nunca lo he pensado. En realidad, ser una niña abierta, sincera y espontánea es muy agradable para un profe como yo. No obstante, puede que a veces no lo demuestre porque intento usar esa característica tuya para que hurgues dentro de ti, para que te des cuenta de que tienes las respuestas, aumentes la confianza en ti y aprendas a ser autosuficiente.

Gracias una vez más por tu carta. El lunes iré aún más contento al cole.

Julián

P. D.
Esta carta es personal. Por fa, no se la enseñes a nadie. Solo aceptaré que la lean tus padres, si así lo consideras, porque eres menor de edad.

viernes, 11 de mayo de 2018

MI DOCENCIA


Treinta años de maestro, treinta. Treinta años de ilusión. Nunca imaginé que estrenaría mi profesión al curso siguiente de terminar mis estudios y tampoco imaginé nunca que estaría tan bien preparado, no porque mis profesores así lo consiguieran, sino por mis elecciones extracurriculares.
Combiné la docencia reglada con clases particulares, llenándome de satisfacciones. Hice muchas cosas bien, muchas, y algunas mal. Cosas de ser un humano en vez de un autómata. Recuerdo con añoranza la energía que desprendía en cada sesión. Era capaz de impartir seis clases seguidas sin sentarme y cuando eran clases de Educación Física, realizaba todos los ejercicios con los alumnos. Ahora, en cambio, me fuerzo a levantarme de vez en cuando.
Fui el profesor que me gustaba para mis hijos y tuve la suerte de tenerlos en clase. Con él fui un profesor extraordinario, le pude enseñar casi todo; ella disfrutó de mi mejor versión.
Ahora recuerdo con orgullo mi trayectoria docente, completada con otras actividades que me han llenado el alma, y tengo la sensación de haber terminado un ciclo.
Muchas veces he buscado un nuevo camino al dar por concluidos algunos andares y, aunque me creía perdido, el destino siempre abría una puerta inimaginable y me daba un empujón para retomar los pasos. Ahora sé que otras puertas se abrirán, sin anunciarse. Las cruzaré sin darme cuanta y, al hacerlo, me encontraré con los primeros metros del camino recorridos.
Hoy me hablaba mi padre del futuro, del día de mañana, como le gusta decir, como aprendió de sus padres. Le he dicho con una seriedad extraña que no existe el futuro, que se ocupe de vivir hoy. Yo así quiero hacerlo. Tengo algunos planes: mañana haré labores de jardinero, el sábado iré a caminar y a almorzar con un compañero y por la tarde iré a un concierto con una amiga y, tal vez, con alguno de mis hermanos. Esos son mis planes apuntados en el almanaque, pero no confío en esa programación. Viviré el día de hoy y, si el destino lo facilita, recorreré el calendario citado. No obstante, es lo único que puedo hacer: coger la primera bocanada de aire sin preocuparme por la segunda.

miércoles, 9 de mayo de 2018

LAS CONEXIONES CÓSMICAS


A menudo me pregunto qué es el ser humano y lo primero que acierto a responder es lo que no es. Nada tiene que ver, a mi juicio, con los órganos vitales. Basta para demostrar esta afirmación que un corazón es solo una máquina orgánica que puede sustituirse en mi cuerpo y, de hacerlo, yo continuaría siendo quien soy. ¿Qué somos, entonces?
Somos la conciencia, esto es, las conexiones neuronales que se forman en nuestro cerebro. Ahí se registran nuestras experiencias, nuestros conocimientos, nuestros sentimientos. Pero también se registran en los cerebros de los otros, los órganos más evolucionados del universo conocido. No hay duda de que, quien haya charlado alguna vez conmigo, ha establecido nuevas conexiones sinápticas en su cerebro y me atrevería a decir que he sido yo quién las ha creado en ese cerebro ajeno. Yo he sido el artífice. Por tanto, yo soy algunas de las conexiones de mi cerebro y del cerebro de otros.
Cuando la gente me dé por muerto, sabrá que todavía vivo en esos cerebros en los que yo he creado conexiones sinápticas, conexiones cósmicas.
No se equivocaba García Marquez.