martes, 3 de abril de 2012

Aín


Amenaza lluvia. Precioso. Desde aquí no se ven indicios de humanidad; solo piedras libres, pendientes imbatibles que escupen alcornoques, encinas, pinos equilibristas... matojos anónimos, pétalos y mariposas de colores nuevos u olvidados. Silencio también, porque el murmullo del arroyo no lo rompe, no es ruido, ni lo es el croar lejano.
Me gustaría saber el nombre de la flor. Las hay de formas iguales, pero en competición de colores.
El bosque es precioso en días nublados y deshabitados. Tengo la sensación de esa soledad grata, de ese silencio elegido. Hacía tiempo que no me oía. No recordaba la transparencia del agua, ni la honestidad del árbol, ni la gracia del lepidóptero, de ese amarillo que revolotea sin rumbo aparente. De hecho, cualquier rumbo es falso, puesto que nada existe todavía después.

He estado en el bosque de Aín. Precioso. Eso sí, me sobraban los alumnos, porque hoy lo era yo.

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